LA HUERTA FAMILIAR URBANA EN LA COMUNIDAD EDUCATIVA
Con este proyecto aprendí que tener una huerta es algo muy especial. No solo se trata de sembrar y cosechar, sino de aprender a cuidar la vida y valorar el esfuerzo que requiere hacer que algo crezca. Me di cuenta de que, con paciencia y dedicación, una simple semilla puede convertirse en algo muy significativo para nosotros y para el planeta.
Tener una huerta en casa o en el colegio también me enseñó valores importantes como la responsabilidad, la colaboración y el respeto por la naturaleza. Cuidar las plantas me hizo entender que todo lo que se hace con cariño y constancia termina dando buenos frutos.
Además, descubrí que la tecnología puede ser una buena ayuda. Usar aplicaciones o herramientas para organizar el trabajo en la huerta hace que todo sea más fácil y ordenado. Sin embargo, lo esencial sigue siendo el compromiso y las ganas de hacer las cosas bien.
Este proyecto me dejó una gran enseñanza: cuidar el medio ambiente empieza por acciones pequeñas, como sembrar, reciclar o compartir con los demás lo que aprendemos. Cada persona puede aportar algo para mejorar su entorno, y cuando se trabaja en equipo, los resultados son mucho mejores.
En resumen, comprendí que una huerta no solo nos da alimentos, también nos enseña a sembrar conciencia, esperanza y unión. Cada semilla representa una oportunidad para crear un futuro más verde y lleno de vida.
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